El libro rojo de Ave

Sobre el azar…

El MUS no es excepción, y la fortuna, suerte o cualquier otro término que se quiera emplear para designar la calidad de las cartas y/o jugadas recibidas, no nos equivoquemos, es prácticamente determinante, y suele condicionar de manera clara y rotunda el resultado final de la confrontación entre las parejas contendientes, ahora bien, siempre que se produzca un "equilibrio" en el reparto tal y como apuntábamos al principio, el mayor o menor grado acierto en las decisiones puntuales que adoptemos, será el factor decisivo que dirimirá la contienda.

No cabe duda, de que si se reciben buenas jugadas regularmente y no se cometen errores graves, la victoria se alcanzará con una relativa facilidad, por el contrario, el empleo de la mayor sagacidad y astucia posibles, que en principio pueden hacernos ganar algunos tantos o incluso algún que otro Juego, finalmente se revelarán estériles e inocuos ante la rotundidad aplastante de las jugadas rivales.

Esto es así y poco más se puede decir al respecto, "es inútil luchar contra los elementos…..".

Entonces....

¿Debe estar condicionado nuestro juego a la posesión de jugadas de calidad...?

La respuesta es rotundamente "NO".

Si bien es cierto que el acuse y recibo de unas aceptables o buenas cartas, mejoran y potencian notablemente nuestro protagonismo y posibilidades, su escasez y/o ausencia, no deben cercenar nuestro espíritu de juego.

Solo cabe reconocimiento y admiración para el jugador que intenta, con más valor que medios, mantener a flote una partida prácticamente insostenible.

La supresión del "error gratuito", fruto de la falta de concentración o reflexión debidas y necesarias, es el único objetivo y finalidad que podemos exigirnos ante estas vicisitudes.

Nuestro objetivo pues, no puede ni debe ser otro que...

Su traducción es sencilla...

"Se debe aplicar al momento y circunstancias actuales el planteamiento más coherente, por arriesgado que este sea".

Si cumplimos este objetivo, el resultado final de la partida queda relegado a un segundo plano.

"Quien hace todo lo que puede no está obligado a más..."

La convicción firme de la corrección y coherencia exhibida durante el desarrollo de una partida disputada pero a la postre perdida, debería ser lo suficientemente reconfortante para nuestro lastimado "ego".

"Al buen jugador de MUS le derrotan las cartas no los rivales, por el contrario, un mediocre jugador contribuye a su propia derrota."

Tomemos pues, como punto de referencia, el supuesto de que existe ese equilibrio o alternancia en la posesión de cartas y jugadas por uno y otro bando, ya que sin esta premisa, carece de sentido cualquier explicación o desarrollo posterior que se quiera dar tanto a este, como a cualquier otro juego de azar.

"Las cartas "buenas" se juegan solas y solo precisan una firme mano que las sujete".